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Autocrítica. ¿Existe la autocrítica en política?

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Autocrítica. ¿Existe la autocrítica en política?

Hoy comenzamos Autocrítica, un nuevo programa de análisis y de opinión política, alejado de nuestra habitual Gran Travesía, centrado en la Historia del Rock. 

Que nadie se asuste, porque La Gran Travesía continúa, y lo va  a hacer con la misma idea y filosofía de siempre. Seguir con ese recorrido exhaustivo por la historia del rock, un programa que llevamos realizando desde 2004 aproximadamente. Hemos querido desvincularlo completamente de La Gran Travesía ya que se trata de algo muy distinto.

Somos conscientes de que al igual que la música une, la política divide. Sobre todo con este nivel tan insoportable de crispación. Nuestra idea es invitar al programa a diversas personas del mundo de la política, de todas las ideas y tendencias que se animen a sentarse con nosotros a charlar un rato.

No serán entrevistas al uso, donde cada invitado se dedica a soltar su mitin. Para nada. Porque creemos que todos nos conocemos ya los mitin de los políticos. Y además, para eso ya hay muchos programas al uso.

Nuestra idea es distinta.  Teniendo en cuenta la total y absoluta falta de autocrítica real, nuestra idea es que quien pase por aquí lance sus ideas sin mencionar ni directa ni indirectamente al rival. Sin criticarlo ni directa ni indirectamente. Algo que se antoja realmente complicado, tal y como está concebida la política del insulto, y en la que parece que para explicar tus ideas tienes que menospreciar e insultar al otro.

Teniendo en cuenta que el rival desgraciadamente se ha convertido en enemigo, teniendo en cuenta que habitualmente se mueve el listón de la tolerancia según le afecte a los buenos…o a los malos. Para los buenos se utiliza el listón de la legalidad e incluso se justifica todo… y para los malos se utiliza el listón de la ética (algo muchísimo más subjetivo y personal, al margen de que las leyes puedan tener también diversas interpretaciones).

Nuestra idea pretende ser mucho más constructiva. Menos trapos sucios de los otros, y más lavar los tuyos en tu casa. Pero lavarlos. No esconderlos debajo de la alfombra.

Y es que la autocrítica parece algo absolutamente inexistente en el mundo de la política. No hablamos de una autocrítica dispersa y difusa, con generalidades y vaguedades. Sino de autocrítica real. No se trata de decir «no hemos sabido conectar con el votante«, «no hemos sabido concretar esta propuesta«, «esa persona de la que me habla ya no está en el partido«… y cosas así. Eso son simplemente excusas para salir del paso, y para no contestar realmente a las preguntas.

Hablamos de autocrítica REAL. Es decir, por ejemplo…«me equivoqué al criticar abiertamente a los pijos y luego al comprarme un enorme chalet con piscina«, o «me equivoqué al decir que no dormiría tranquilo con ministros de podemos.» (cuando al día siguiente pactas con ellos)  o «me pasé de frenada al forzar unas nuevas elecciones porque la extrema derecha creció demasiado»

O algunas otras como «me equivoqué en mirar exclusivamente a la derecha para tratar de adelantar al PP en la foto de Colón«, «me equivoqué al no poner en manos de la fiscalía los numerosos escándalos de corrupción que hay en mi partido«… «me equivoqué al aceptar peticiones que rozan el chantaje político«… 

Por cierto, hay que ver qué son equivocaciones…y qué son delitos, porque son dos términos distintos. 

Somos conscientes de que poca gente va a ser capaz de mirarse frente al espejo y asumir ese tipo de situaciones con naturalidad, ya que cuando uno se mira al espejo es para acicalarse, maquillarse y tratar de ponerse más guapo de lo que uno realmente es.

Incluso si alguno va a misa y se confiesa, siempre espera que el cura no solo le absuelva, sino que mantenga su deber de secreto confesional. Al margen de que hay otro tipo de curas que hacen visitas a domicilio.

En Autocrítica no se trata de buscar equidistancia. Todas las ideas son lícitas siempre que se expliquen y se contengan dentro del respeto y de la legalidad. Que para el que se sale de ella, ya existen mecanismos… más o menos eficaces. Otra cosa es quien controla o maneja esos mecanismos legales, o si realmente la independencia judicial es total y absoluta.

Curioso que los partidos políticos, cuando les interesa te sueltan un «dejemos que la justicia haga su trabajo«, y cuando no les gusta el tema, que se hable abiertamente de manipulación y persecución. Todo un clásico.

Viendo lo que ha sucedido en los últimos días con el PP, en uno de los espectáculos más bochornosos que se recuerdan, habrá que ver en qué queda todo. Pero lo que es evidente es que Ayuso, expresamente, no solo confirmó que su hermano había cobrado comisiones de contratos públicos (habrá que ver cuantos y habrá que ver la legalidad o ilegalidad de todos ellos), sino que, además, lo hizo sin el más mínimo sonrojo, y sin el más mínimo atisbo de pensar que eso, cuando menos, es éticamente muy reprobable. Al margen de que apesta a corrupción por los cuatro costados. Pero ya se sabe…»pues anda que los otros«…

Ver cómo la gente aplaude a Ayuso y le vitorea en la sede del partido me recuerda a como lo hacen los seguidores de un futbolista cuando va camino del banquillo…no a ser sustituido, sino a declarar por fraude fiscal.

El político parece haberse convertido en una especie de rock star, donde sus seguidores son como groupies. Hagan lo que hagan les vale. Simplemente con la excusa y la autojustificación de que el «otro» es mucho peor. Divide y vencerás. Y si consigues que la división sea entre dos (sustituyendo dos partidos por dos bloques), todo es mucho más sencillo.

Aunque en realidad hay un tercer bloque, el del independentismo. Este último bloque también es curioso. No se les ha escuchado apenas hablar de otra de las grandes maniobras de despiste de la política. Y es que Puigdemont, no se nos olvide, salió en el maletero de un coche camino de Bélgica en una jugada más digna de los hermanos Coen que de un político serio. 

Pero bueno, ya se sabe que a veces la línea que separa la realidad de una película de los Coen es muy fina. Hablamos de independencia y agitamos las calles para que no se escuche demasiado lo de la familia de los Pujol, con décadas y décadas de oscurantismo permitido. (Don Juan Carlos, ¿recuerda Vd?)

Otro episodio estupendo hubiera sido el del cura que entra en la casa de los Bárcenas, que empieza como un chiste de Arévalo vintage, pero que parece que todavía está de moda. Aunque nunca haya tenido ninguna gracia.

Pero volviendo a esa guerra interna entre Pablo Casado y Ayuso, parece obvio que Ayuso se ha convertido en alguien que podía superarle en las encuestas a Casado. Y siempre quedará la duda de que actuó, en primera instancia, como golpe de autoridad contra lo que él mismo insinuaba que podía ser un caso de empresa pantalla y tráfico de influencias…para luego firmar un increíble armisticio, apenas 24 horas después, sabiendo que su cabeza (metafóricamente hablando) estaba en serio peligro. De la de Teodoro García Egea no hablamos porque parece ya amortizada. Y del tema del espionaje habrá que esperar a ver cuando estrena Netflix el siguiente capítulo.

De pactar con Vox, un partido que una vez consiguió esconder su homofobia, machismo y racismo en frases muy medidas y calculadas…ya si eso, de la humedad hablamos luego.

Se ha instalado también en determinado votante, una especie de mecanismo de defensa que percibe la crítica a «su» partido como si fuera un ataque hacia su persona. Como si alguien le hubiera hecho algo a su hija. Parafraseando aquella surrealista e inolvidable película Amanece que no es poco, «la crítica es contingente, pero la autocrítica es necesaria«.  Sobre todo cuando se critica sin insultos y descalificaciones, algo que desgraciadamente parece de otros tiempos ya…y que nos lleva a otra cuestión que creemos interesante.

¿Son los políticos (por lo menos los que suelen aparecer en los medios de comunicación a todas horas y en el Congreso) reflejo de la ciudadanía? ¿O somos los ciudadanos los que seguimos a pie juntillas lo que nos dictan nuestros queridos políticos? ¿Y si tu amigo se tira por un barranco…? Pues eso.

Dice Ayuso que pone la mano en el fuego por su hermano. Que le ha jurado por Snoopy que todo es legal. Habrá que ver si ese argumento, si llegara el caso, le sirve delante de un juez. Pero lo que está claro es que a los suyos sí les sirve. ¿Por qué? Porque muchas veces parece que con el voto te regalan una venda.

Tengo claro que la justicia debería ser mucho más independiente de lo que es, y que no deberían existir ningún tipo de injerencias en las decisiones y las resoluciones judiciales. Pero es indudable que a los políticos, entre otras cosas, también les sirve para tener la excusa perfecta cuando no les gustan las decisiones.  Y cuando se trata de repartir jueces en el CGPJ, «dame 4 que me los llevo recién hechos«.

Que la justicia está politizada es obvio. Pero eso no quiere decir que los jueces estén prevaricando en un sentido o en otro.   Existe un término medio que muchas veces parece que en el mundo de la política es algo utópico. 

También tenemos el tema de la independencia de los medios. Medios que, en la mayoría de casos, necesitan financiarse a modo de suculentos ingresos publicitarios, y que indudablemente condicionan (o en el peor de los casos, orientan) sus ideas.

Vivimos en una sociedad y en un país en el que, lamentablemente, todo se tiende a politizar. Justicia, medios de comunicación, redes sociales, la igualdad de género, el medio ambiente, el fútbol, la cultura… Incluso hasta se ha terminado politizando las mascarillas y la pandemia. Parece que los matices solo se aplican cuando uno está en el gobierno. Cuando se está en la oposición toca brocha gorda.

La rigidez e inmovilismo de los partidos posiblemente sea una de las razones. Con la excusa de «tenemos que cumplir lo que nos dicen los electores (cuando luego se saltan los programas electorales cada vez que quieren)» parece que no se dan cuenta que a un acuerdo se llega solo cuando las partes ceden. Eso pasa en todas las facetas de la vida.

La política se ha terminado convirtiendo en una especie de mercadillo en el cual el regateo es la moneda de cambio. Incluso para comprar barbas postizas y llevarte una calabaza gratis, como en La Vida de Brian.

Pues bien, en Autocrítica, desde la total independencia, queremos ver qué políticos les apetece sentarse con nosotros…y ver si alguno es capaz de exponer sus ideas y sus criterios, sin recurrir al «y tú más«. Al que lo haga, golpe de remo.

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